No valoraste lo que había, tu desamor lo enfriaba día, a día.
Mi certeza era absoluta, pues repartías las caricias, que eran mías, nuestro mundo se convirtió en monotonía, ya no había besos, ni abrazos, nuestras miradas, se perdían entre tanta lejanía, hoy las conversaciones, son como deberes de una costumbre, si, aun vivimos en un mismo techo, pero como el sol y la luna, en el mismo cielo, destinados a no vivir el mismo instante.
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